por Marisol Oviaño
Al hilo de la publicación del libro No nos taparán, de Mimut Hamido Yahia, resubo este artículo, que publiqué en el desaparecido Proscritosblog el 26 de agosto de 2016.
Estoy rabiosamente en contra de la islamización de Europa.
También estoy rabiosamente de acuerdo con las palabras de Valls, Primer Ministro francés: “El ‘burkini’ no es una nueva gama de bañadores, ni una moda. Es la traducción de un proyecto político, de una contrasociedad, fundado en la esclavitud de la mujer”.(elPeriódico)
Y entiendo que algunos municipios de Francia, con los ataques que han sufrido últimamente, prohíban el burkini en las playas. Mi primera reacción fue aplaudir la medida: hoy sólo se ponen el burkini las mujeres musulmanas y dentro de unos años, cuando esas máquinas de parir hayan terminado su trabajo, habrán llenado Europa de hijos de Alá que formarán partidos políticos y ganarán las elecciones. Y no sólo por el tema demográfico: creo que no pocos hombres occidentales hartos del feminismo radical les votarán. Y entonces todas nos bañaremos con burkini por decreto ley.
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